domingo, 7 de agosto de 2011

Tanta soledad mata

Por: Boaz Fariñas

Después de subir sesenta y siete escaleras, y tropezando piedras que levantan polvo, llegue a la ultima guarida del día, sin que nadie me espere, los objetos en mi aparte, están formando un desorden digno de un hombre solo, que no tiene ni tiempo para quitarse la barba y acomodar el desastre que su soledad provoca.
En este antes, estoy describiendo lo que me calla, esperando solo escucharte a ti decidiendo ser una bestia callejera, yo tratando de escapar de la cárcel en la que me encantaría vivir preso.
Sobre esta mesa en la que acomodo letras está el corazón de un mujer que no conozco, lo encontré en un montón de recuerdos que estaban en la basura de alguna marioneta que ya no quiere sentir, en este pequeño lugar te estuve pensando anoche, viendo transformarte solo te deje marchar para que luego vuelvas, lo único que se queda siempre es el desorden hecho con tazas de café vacías, ropa sucia, libros, fotos y pensamientos debajo de la cama, ese es el mejor lugar para no buscarte.
Solo lo que tiene aparente orden son estas paredes, todo está tan viejo que el humo de la nicotina todavía se la pasa moviéndose de un lugar a otro, (hace seis meses que no fumo). Por ahora lo que cubre todos estos vacíos, es el sonido de lluvias que caen cuando el tiempo pasa sin ti, anoche te deje marchar.
En las ocasiones que sale el sol, muy de mañana, desciendo sesenta y siete escaleras y vuelvo a golpear las piedras y el polvo se vuelve a levantar, cerca de aquí no estas, solo me acompaña mi enemiga invisible, la asesina soledad.
Tomado del libro "Reflexiones Prosaicas"...

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